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En nuestra sociedad, se tiende a pensar que el matrimonio, la base de la familia, se sostiene si hay confianza mutua y buena comunicación, así como si ambos miembros de la pareja trabajan unidos para resolver los conflictos y pasan tiempo juntos. En resumen, su piedra angular es un amor maduro y sincero. No obstante, la idea de que este deba ser la razón última del enlace es bastante reciente: aparece en el siglo XVIII y se afianza en el XIX, con el movimiento romántico. Hasta entonces, el matrimonio era ante todo una institución económica y política demasiado trascendente como para dejarla en manos de los dos individuos implicados. En general, resultaba inconcebible que semejante acuerdo se basara en algo tan irracional como el enamoramiento. De hecho, no se inventó ni para que los hombres protegieran a las mujeres ni para que las explotaran. Se trataba de una alianza entre grupos que iba más allá de los familiares más cercanos o incluso los pequeños grupos.
Para las élites, era una manera excelente de consolidar la riqueza, fusionar recursos y forjar uniones políticas. Desde la Edad Media, la dote de boda de la mujer constituía el mayor ingreso de dinero, bienes o tierras que un hombre iba a recibir en toda su vida. Para los más pobres, también suponía una transacción económica que debía ser beneficiosa para la familia. Así, se solía casar al hijo con la hija de quien tenía un campo colindante. El matrimonio se convirtió en la estructura que garantizaba la supervivencia de la familia extendida, que incluye abuelos, hermanos, sobrinos… Al contrario de lo que solemos creer, la imagen del marido trabajando fuera de la casa y la mujer haciéndose cargo de la misma es un producto reciente, de los años 50. Hasta entonces, la familia no se sostenía con un único proveedor, sino que todos sus integrantes contribuían al único negocio de la que esta dependía.
Que el matrimonio no se basara en el amor no quiere decir que las personas no se enamoraran. Sin embargo, en algunas culturas se trata de algo incompatible con el matrimonio. En la China tradicional, por ejemplo, una atracción excesiva entre los esposos era tenida como una amenaza al respeto y solidaridad debida a la familia. Es más, en tal ambiente, la palabra amor solo se aplicaba para describir las relaciones ilícitas. Fue en la década de 1920 cuando se inventó un término para designar el cariño
entre cónyuges. Una idea tan radicalmente nueva exigía un vocabulario especial.
Aún hoy, muchas sociedades desaprueban la idea de que el amor sea el centro del matrimonio. Es el caso de los fulbes africanos, del norte de Camerún. “Muchas de sus mujeres niegan vehementemente cualquier apego hacia el marido”, asegura Helen A. Regis, del Departamento de Geografía y Antropología de la Universidad Estatal de Luisiana. Otras, en cambio, aprueban el amor entre esposos, pero nunca antes de que el matrimonio haya cumplido su objetivo primordial.
Adaptado de: Sabadell, Miguel Ángel (2013). “Líos de familias”. En: Muy Interesante, No. 384, pp. 72-76.
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La respuesta correcta es:
B. Que en esa comunidad el amor no es una condición necesaria para el matrimonio.
En el texto se menciona que muchas mujeres fulbes africanas del norte de Camerún “niegan vehementemente cualquier apego hacia el marido”, lo que indica que el amor no es un elemento presente o valorado dentro del matrimonio en esa cultura.
Además, se añade que algunas aprueban el amor entre esposos, pero solo después de que el matrimonio haya cumplido su objetivo primordial, que es distinto al amor mismo. Esto refleja que el propósito fundamental del matrimonio en esa comunidad no es el amor, sino otras metas —probablemente sociales, económicas o familiares—.
Por lo tanto, se deduce que en esa sociedad el matrimonio no depende del amor para existir o sostenerse, es decir, el amor no es una condición necesaria para contraer matrimonio ni para que este funcione.
Las otras opciones:
A es incorrecta porque el texto no afirma que no haya amor, sino que no es requisito ni necesariamente esperado.
C no tiene soporte en el texto, que no menciona temor alguno.
D tampoco se menciona; el texto habla del apego o amor de las mujeres hacia sus maridos, no de si el amor es correspondido o no.
La opción B es la que mejor refleja la implicación del texto sobre la función y naturaleza del matrimonio entre los fulbes africanos, destacando que el amor no es un requisito esencial en esa institución dentro de esa cultura.
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