En esta sección encontrarás miles de preguntas de Lectura Crítica, cómo resolver cada una de las preguntas y la respuesta correcta.
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Si las fotografías permiten la posesión imaginaria de un pasado irreal, también ayudan a tomar posesión de un espacio donde la gente está insegura. Así, la fotografía se desarrolla en conjunción con una de las actividades modernas más características: el turismo. Por primera vez en la historia, grupos numerosos de gente abandonan sus entornos habituales por breves periodos. Parece decididamente anormal viajar por placer sin llevar una cámara. Las fotografías son la prueba irrecusable de que se hizo la excursión, se cumplió el programa, se gozó del viaje. Las fotografías documentan secuencias de consumo realizadas en ausencia de la familia, los amigos, los vecinos.
Pero la dependencia de la cámara, en cuanto aparato que da realidad a las experiencias, no disminuye cuando la gente viaja más. El acto de fotografiar satisface las mismas necesidades para los cosmopolitas que acumulan trofeos fotográficos de su excursión en barco por el Nilo o sus catorce días en China, que para los turistas de clase media que hacen instantáneas de la Torre Eiffel o las cataratas del Niágara. El acto fotográfico, un modo de certificar la experiencia, es también un modo de rechazarla: cuando se confina a la búsqueda de lo fotogénico, cuando se convierte la experiencia en una imagen, un recuerdo. El viaje se transforma en una estrategia para acumular fotos. La propia actividad fotográfica es tranquilizadora, y mitiga esa desorientación general que se suele agudizar con los viajes. La mayoría de los turistas se sienten obligados a poner la cámara entre ellos y toda cosa destacable que les sale al paso. Al no saber cómo reaccionar, hacen una foto. Así, la experiencia cobra forma: alto, una fotografía, adelante. El método seduce sobre todo a gente subyugada a una ética de trabajo implacable: alemanes, japoneses y estadounidenses. El empleo de una cámara atenúa su ansiedad provocada por la inactividad laboral cuando están en vacaciones y presuntamente divirtiéndose. Cuentan con una tarea que parece una simpática imitación del trabajo: pueden hacer fotos.
Tomado de: Sontag, S. (2009). Sobre la fotografía. Barcelona: Debolsillo.
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Si las fotografías permiten la posesión imaginaria de un pasado irreal, también ayudan a tomar posesión de un espacio donde la gente está insegura. Así, la fotografía se desarrolla en conjunción con una de las actividades modernas más características: el turismo. Por primera vez en la historia, grupos numerosos de gente abandonan sus entornos habituales por breves periodos. Parece decididamente anormal viajar por placer sin llevar una cámara. Las fotografías son la prueba irrecusable de que se hizo la excursión, se cumplió el programa, se gozó del viaje. Las fotografías documentan secuencias de consumo realizadas en ausencia de la familia, los amigos, los vecinos.
Pero la dependencia de la cámara, en cuanto aparato que da realidad a las experiencias, no disminuye cuando la gente viaja más. El acto de fotografiar satisface las mismas necesidades para los cosmopolitas que acumulan trofeos fotográficos de su excursión en barco por el Nilo o sus catorce días en China, que para los turistas de clase media que hacen instantáneas de la Torre Eiffel o las cataratas del Niágara. El acto fotográfico, un modo de certificar la experiencia, es también un modo de rechazarla: cuando se confina a la búsqueda de lo fotogénico, cuando se convierte la experiencia en una imagen, un recuerdo. El viaje se transforma en una estrategia para acumular fotos. La propia actividad fotográfica es tranquilizadora, y mitiga esa desorientación general que se suele agudizar con los viajes. La mayoría de los turistas se sienten obligados a poner la cámara entre ellos y toda cosa destacable que les sale al paso. Al no saber cómo reaccionar, hacen una foto. Así, la experiencia cobra forma: alto, una fotografía, adelante. El método seduce sobre todo a gente subyugada a una ética de trabajo implacable: alemanes, japoneses y estadounidenses. El empleo de una cámara atenúa su ansiedad provocada por la inactividad laboral cuando están en vacaciones y presuntamente divirtiéndose. Cuentan con una tarea que parece una simpática imitación del trabajo: pueden hacer fotos.
Tomado de: Sontag, S. (2009). Sobre la fotografía. Barcelona: Debolsillo.
Considere el siguiente resumen del texto anterior:
“La autora analiza la relación entre el turismo y la fotografía, teniendo en cuenta que los cos- mopolitas ven en sus viajes al acto de fotografiar como una necesidad. Según ella, ese acto acaba por convertirse en una práctica trivial con la que solo se busca mitigar la desorienta- ción general que causan los viajes. Así, la fotografía se convierte para los cosmopolitas japo- neses, estadounidenses y alemanes en una especie de reemplazo del trabajo al que están acostumbrados”.
El anterior resumen se puede describir como inadecuado porque
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Fray Pedro de Aguado fue un misionero español que vivió en el Nuevo Reino de Granada entre 1560 y 1590, aproximadamente. Se le atribuye la autoría de la Recopilación historial,*un extenso compendio de crónicas donde se refieren los hechos de la temprana colonización española en los actuales territorios de Colombia y Venezuela. Las narraciones de la Recopilación giran alrededor de la entrada de los colonizadores españoles en territorios del “Nuevo Mundo”, del sometimiento de sus pobladores ancestrales y la subsiguiente fundación de ciudades coloniales, ofreciendo por lo general descripciones de las sociedades indígenas y su entorno natural. En el relato de las campañas del capitán Galarza y sus soldados en los actuales territorios del Tolima, Aguado se refiere de esta manera a los indios de la región:
Son estos indios de Ibagué grandes carniceros de carne humana y de cualquier otra carne; tienen algodón, aunque poco, de que hacen algunas mantas para su vestir; las indias son muy feas, y traen en la cabeza unos bonetes de venado con que aprietan y axen los cabellos; no hay entre ellos caciques, como entre otros indios, mas son mandados de algunos indios principales que entre ellos hay, a los cuales obedecen cuando les parece y les da gusto. Es tierra muy áspera y fragosa, en la que estos indios habitan, y todas sierras peladas.
En su estudio Los indios medievales de fray Pedro de Aguado**, el historiador Jaime Humberto Borja sostuvo que la Recopilación historial no puede ser tomada como una fuente fiable para el conocimiento de los eventos históricos; ante todo, debe asumirse como un texto que respondía ideológica y culturalmente a una tradición europea que poco tenía que ver con el mundo que pretendía representar: el del indígena y su entorno natural. Frente a descripciones como la que acabamos de citar, afirma Borja que el de Aguado “es un indio retórico, que surge de una realidad textual y no de una realidad aprehendida por la experiencia”. Además, la construcción narrativa del indio de la crónica de Aguado reúne imágenes conocidas por la tradición cristiana y los imaginarios bíblicos: “El canibalismo, las exacerbadas costumbres, la fiereza de sus armas, su alianza con traidores, el engaño. En el indio recae la descripción de los vicios físicos y morales de toda la extensión natural. (…) Para reafirmar sus posiciones, Aguado presenta una naturaleza tan salvaje como sus habitantes”.
* Biblioteca de la Presidencia: Bogotá, 1956, 4 volúmenes.
** Editorial Ceja: Bogotá, 2002.
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Fray Pedro de Aguado fue un misionero español que vivió en el Nuevo Reino de Granada entre 1560 y 1590, aproximadamente. Se le atribuye la autoría de la Recopilación historial,*un extenso compendio de crónicas donde se refieren los hechos de la temprana colonización española en los actuales territorios de Colombia y Venezuela. Las narraciones de la Recopilación giran alrededor de la entrada de los colonizadores españoles en territorios del “Nuevo Mundo”, del sometimiento de sus pobladores ancestrales y la subsiguiente fundación de ciudades coloniales, ofreciendo por lo general descripciones de las sociedades indígenas y su entorno natural. En el relato de las campañas del capitán Galarza y sus soldados en los actuales territorios del Tolima, Aguado se refiere de esta manera a los indios de la región:
Son estos indios de Ibagué grandes carniceros de carne humana y de cualquier otra carne; tienen algodón, aunque poco, de que hacen algunas mantas para su vestir; las indias son muy feas, y traen en la cabeza unos bonetes de venado con que aprietan y axen los cabellos; no hay entre ellos caciques, como entre otros indios, mas son mandados de algunos indios principales que entre ellos hay, a los cuales obedecen cuando les parece y les da gusto. Es tierra muy áspera y fragosa, en la que estos indios habitan, y todas sierras peladas.
En su estudio Los indios medievales de fray Pedro de Aguado**, el historiador Jaime Humberto Borja sostuvo que la Recopilación historial no puede ser tomada como una fuente fiable para el conocimiento de los eventos históricos; ante todo, debe asumirse como un texto que respondía ideológica y culturalmente a una tradición europea que poco tenía que ver con el mundo que pretendía representar: el del indígena y su entorno natural. Frente a descripciones como la que acabamos de citar, afirma Borja que el de Aguado “es un indio retórico, que surge de una realidad textual y no de una realidad aprehendida por la experiencia”. Además, la construcción narrativa del indio de la crónica de Aguado reúne imágenes conocidas por la tradición cristiana y los imaginarios bíblicos: “El canibalismo, las exacerbadas costumbres, la fiereza de sus armas, su alianza con traidores, el engaño. En el indio recae la descripción de los vicios físicos y morales de toda la extensión natural. (…) Para reafirmar sus posiciones, Aguado presenta una naturaleza tan salvaje como sus habitantes”.
* Biblioteca de la Presidencia: Bogotá, 1956, 4 volúmenes.
** Editorial Ceja: Bogotá, 2002.
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DEL DEBER DE LA DESOBEDIENCIA CIVIL (1849)
Creo de todo corazón en el lema “El mejor gobierno es el que tiene que gobernar menos”, y me gustaría verlo hacerse efectivo más rápida y sistemáticamente. Bien llevado, finalmente resulta en algo en lo que también creo: “El mejor gobierno es el que no tiene que gobernar en absoluto”. Y cuando los pueblos estén preparados para ello, ése será el tipo de gobierno que tengan. En el mejor de los casos, el gobierno no es más que una conveniencia, pero en su mayoría los gobiernos son inconvenientes y todos han resultado serlo en algún momento. Las objeciones que se han hecho a la existencia de un ejército permanente, que son varias y de peso, y que merecen mantenerse, pueden también por fin esgrimirse en contra del gobierno. El ejército permanente es sólo el brazo del gobierno establecido. El gobierno en sí, que es únicamente el modo escogido por el pueblo para ejecutar su voluntad, está igualmente sujeto al abuso y la corrupción antes de que el pueblo pueda actuar a través suyo.
Somos testigos de la actual guerra con México, obra de unos pocos individuos comparativamente, que utilizan como herramienta al gobierno actual; en principio, el pueblo no habría aprobado esta medida. Pero, para hablar en forma práctica y como ciudadano, a diferencia de aquellos que se llaman “antigobiernistas”, yo pido, no como “antigobiernista” sino como ciudadano, y de inmediato, un mejor gobierno. Permítasele a cada individuo dar a conocer el tipo de gobierno que lo impulsaría a respetarlo y eso ya sería un paso ganado para obtener ese respeto. Después de todo, la razón práctica por la cual, una vez que el poder está en manos del pueblo, se le permite a una mayoría, y por un período largo de tiempo, regir, no es porque esa mayoría esté tal vez en lo correcto, ni porque le parezca justo a la minoría, sino porque físicamente son los más fuertes. Pero un gobierno en el que la mayoría rige en todos los casos no se puede basar en la justicia. No es deseable cultivar respeto por la ley más de por lo que es correcto. La única obligación a la que debo someterme es a la de hacer siempre lo que creo correcto. La ley nunca hizo al hombre un ápice más justo, y a causa del respeto por ella, aún el hombre bien dispuesto se convierte a diario en un agente de la injusticia.
Henry David Thoreau
Tomado y adaptado de: http://thoreau.eserver.org/spanishcivil.html. Consultado el 25 de enero de 2015.
¿Cuál de los siguientes es un ejemplo que menciona el autor para apoyar su posición frente a los Gobiernos?