En esta sección encontrarás miles de preguntas de Lectura Crítica ICFES, cómo resolver cada una de las preguntas y la respuesta correcta.
Tendrás cuatro opciones en cada pregunta, intenta contestar correctamente y si no lo haces, tendrás la opción de ver la solución o escoger otra respuesta.
Si deseas saber com solucionar cada pregunta puedes dar clic en la opción "¿Cómo resolver? ".
RESPONDA LAS PREGUNTAS DE ACUERDO CON LA SIGUIENTE INFORMACIÓN
Según la infografía, “los países de ingresos medios solo tienen la mitad de los vehículos exis
tentes en el mundo y, a pesar de eso, sufren el 80% de las muertes por accidente de tránsito”.
En este enunciado, la conjunción ‘a pesar de’ cumple la función de
resaltar que el índice de muertes por accidente de tránsito en países de ingresos medios es bastante elevado dadas sus condiciones particulares.
oponer el alto número de vehículos en países de ingresos medios frente al bajo porcentaje de muertes por accidente de tránsito.
aclarar que el alto índice de muertes por accidente de tránsito en países de ingresos medios está estrechamente relacionado con el número de autos.
señalar que el índice de muertes por accidente de tránsito en países de ingresos medios puede ser aun más alto de lo dicen las cifras oficiales.
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En nuestra sociedad, se tiende a pensar que el matrimonio, la base de la familia, se sostiene si
hay confianza mutua y buena comunicación, así como si ambos miembros de la pareja trabajan unidos
para resolver los conflictos y pasan tiempo juntos. En resumen, su piedra angular es un amor maduro
y sincero. No obstante, la idea de que este deba ser la razón última del enlace es bastante reciente:
aparece en el siglo XVIII y se afianza en el XIX, con el movimiento romántico. Hasta entonces, el ma-
trimonio era ante todo una institución económica y política demasiado trascendente como para dejar-
la en manos de los dos individuos implicados. En general, resultaba inconcebible que semejante
acuerdo se basara en algo tan irracional como el enamoramiento. De hecho, no se inventó ni para que
los hombres protegieran a las mujeres ni para que las explotaran. Se trataba de una alianza entre
grupos que iba más allá de los familiares más cercanos o incluso los pequeños grupos.
Para las élites, era una manera excelente de consolidar la riqueza, fusionar recursos y forjar unio-
nes políticas. Desde la Edad Media, la dote de boda de la mujer constituía el mayor ingreso de dinero,
bienes o tierras que un hombre iba a recibir en toda su vida. Para los más pobres, también suponía
una transacción económica que debía ser beneficiosa para la familia. Así, se solía casar al hijo con la
hija de quien tenía un campo colindante. El matrimonio se convirtió en la estructura que garantizaba
la supervivencia de la familia extendida, que incluye abuelos, hermanos, sobrinos… Al contrario de lo
que solemos creer, la imagen del marido trabajando fuera de la casa y la mujer haciéndose cargo de
la misma es un producto reciente, de los años 50. Hasta entonces, la familia no se sostenía con un úni-
co proveedor, sino que todos sus integrantes contribuían al único negocio de la que esta dependía.
Que el matrimonio no se basara en el amor no quiere decir que las personas no se enamoraran.
Sin embargo, en algunas culturas se trata de algo incompatible con el matrimonio. En la China tradi-
cional, por ejemplo, una atracción excesiva entre los esposos era tenida como una amenaza al respe-
to y solidaridad debida a la familia. Es más, en tal ambiente, la palabra amor solo se aplicaba para
describir las relaciones ilícitas. Fue en la década de 1920 cuando se inventó un término para designar
el cariño entre cónyuges. Una idea tan radicalmente nueva exigía un vocabulario especial.
Aún hoy, muchas sociedades desaprueban la idea de que el amor sea el centro del matrimonio.
Es el caso de los fulbes africanos, del norte de Camerún. “Muchas de sus mujeres niegan vehemen-
temente cualquier apego hacia el marido”, asegura Helen A. Regis, del Departamento de Geografía y
Antropología de la Universidad Estatal de Luisiana. Otras, en cambio, aprueban el amor entre espo-
sos, pero nunca antes de que el matrimonio haya cumplido su objetivo primordial.
Adaptado de: Sabadell, Miguel Ángel (2013). “Líos de familias”. En: Muy Interesante, No. 384, pp. 72-76.
De acuerdo con el texto, ¿qué se puede concluir acerca del matrimonio?
Que es una institución que tiene únicamente propósitos económicos y políticos.
Que es la base de la familia en culturas tan diversas y complejas como las nuestras.
Que es una institución que varía dependiendo del contexto histórico y social.
Que es un pacto entre dos individuos que debe basarse en el amor y la confianza.
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En nuestra sociedad, se tiende a pensar que el matrimonio, la base de la familia, se sostiene si
hay confianza mutua y buena comunicación, así como si ambos miembros de la pareja trabajan unidos
para resolver los conflictos y pasan tiempo juntos. En resumen, su piedra angular es un amor maduro
y sincero. No obstante, la idea de que este deba ser la razón última del enlace es bastante reciente:
aparece en el siglo XVIII y se afianza en el XIX, con el movimiento romántico. Hasta entonces, el ma-
trimonio era ante todo una institución económica y política demasiado trascendente como para dejar-
la en manos de los dos individuos implicados. En general, resultaba inconcebible que semejante
acuerdo se basara en algo tan irracional como el enamoramiento. De hecho, no se inventó ni para que
los hombres protegieran a las mujeres ni para que las explotaran. Se trataba de una alianza entre
grupos que iba más allá de los familiares más cercanos o incluso los pequeños grupos.
Para las élites, era una manera excelente de consolidar la riqueza, fusionar recursos y forjar unio-
nes políticas. Desde la Edad Media, la dote de boda de la mujer constituía el mayor ingreso de dinero,
bienes o tierras que un hombre iba a recibir en toda su vida. Para los más pobres, también suponía
una transacción económica que debía ser beneficiosa para la familia. Así, se solía casar al hijo con la
hija de quien tenía un campo colindante. El matrimonio se convirtió en la estructura que garantizaba
la supervivencia de la familia extendida, que incluye abuelos, hermanos, sobrinos… Al contrario de lo
que solemos creer, la imagen del marido trabajando fuera de la casa y la mujer haciéndose cargo de
la misma es un producto reciente, de los años 50. Hasta entonces, la familia no se sostenía con un úni-
co proveedor, sino que todos sus integrantes contribuían al único negocio de la que esta dependía.
Que el matrimonio no se basara en el amor no quiere decir que las personas no se enamoraran.
Sin embargo, en algunas culturas se trata de algo incompatible con el matrimonio. En la China tradi-
cional, por ejemplo, una atracción excesiva entre los esposos era tenida como una amenaza al respe-
to y solidaridad debida a la familia. Es más, en tal ambiente, la palabra amor solo se aplicaba para
describir las relaciones ilícitas. Fue en la década de 1920 cuando se inventó un término para designar
el cariño entre cónyuges. Una idea tan radicalmente nueva exigía un vocabulario especial.
Aún hoy, muchas sociedades desaprueban la idea de que el amor sea el centro del matrimonio.
Es el caso de los fulbes africanos, del norte de Camerún. “Muchas de sus mujeres niegan vehemen-
temente cualquier apego hacia el marido”, asegura Helen A. Regis, del Departamento de Geografía y
Antropología de la Universidad Estatal de Luisiana. Otras, en cambio, aprueban el amor entre espo-
sos, pero nunca antes de que el matrimonio haya cumplido su objetivo primordial.
Adaptado de: Sabadell, Miguel Ángel (2013). “Líos de familias”. En: Muy Interesante, No. 384, pp. 72-76.
¿Qué implicación sobre el matrimonio entre los fulbes africanos puede derivarse a partir de lo dicho por el autor?
Que en esa comunidad no sucede que haya amor entre esposos.
Que en esa comunidad el amor no es una condición necesaria para el matrimonio.
Que las mujeres de esa comunidad sienten temor a enamorarse de sus esposos.
Que las mujeres de esa comunidad no ven su amor correspondido por sus esposos.
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En nuestra sociedad, se tiende a pensar que el matrimonio, la base de la familia, se sostiene si
hay confianza mutua y buena comunicación, así como si ambos miembros de la pareja trabajan unidos
para resolver los conflictos y pasan tiempo juntos. En resumen, su piedra angular es un amor maduro
y sincero. No obstante, la idea de que este deba ser la razón última del enlace es bastante reciente:
aparece en el siglo XVIII y se afianza en el XIX, con el movimiento romántico. Hasta entonces, el ma-
trimonio era ante todo una institución económica y política demasiado trascendente como para dejar-
la en manos de los dos individuos implicados. En general, resultaba inconcebible que semejante
acuerdo se basara en algo tan irracional como el enamoramiento. De hecho, no se inventó ni para que
los hombres protegieran a las mujeres ni para que las explotaran. Se trataba de una alianza entre
grupos que iba más allá de los familiares más cercanos o incluso los pequeños grupos.
Para las élites, era una manera excelente de consolidar la riqueza, fusionar recursos y forjar unio-
nes políticas. Desde la Edad Media, la dote de boda de la mujer constituía el mayor ingreso de dinero,
bienes o tierras que un hombre iba a recibir en toda su vida. Para los más pobres, también suponía
una transacción económica que debía ser beneficiosa para la familia. Así, se solía casar al hijo con la
hija de quien tenía un campo colindante. El matrimonio se convirtió en la estructura que garantizaba
la supervivencia de la familia extendida, que incluye abuelos, hermanos, sobrinos… Al contrario de lo
que solemos creer, la imagen del marido trabajando fuera de la casa y la mujer haciéndose cargo de
la misma es un producto reciente, de los años 50. Hasta entonces, la familia no se sostenía con un úni-
co proveedor, sino que todos sus integrantes contribuían al único negocio de la que esta dependía.
Que el matrimonio no se basara en el amor no quiere decir que las personas no se enamoraran.
Sin embargo, en algunas culturas se trata de algo incompatible con el matrimonio. En la China tradi-
cional, por ejemplo, una atracción excesiva entre los esposos era tenida como una amenaza al respe-
to y solidaridad debida a la familia. Es más, en tal ambiente, la palabra amor solo se aplicaba para
describir las relaciones ilícitas. Fue en la década de 1920 cuando se inventó un término para designar
el cariño entre cónyuges. Una idea tan radicalmente nueva exigía un vocabulario especial.
Aún hoy, muchas sociedades desaprueban la idea de que el amor sea el centro del matrimonio.
Es el caso de los fulbes africanos, del norte de Camerún. “Muchas de sus mujeres niegan vehemen-
temente cualquier apego hacia el marido”, asegura Helen A. Regis, del Departamento de Geografía y
Antropología de la Universidad Estatal de Luisiana. Otras, en cambio, aprueban el amor entre espo-
sos, pero nunca antes de que el matrimonio haya cumplido su objetivo primordial.
Adaptado de: Sabadell, Miguel Ángel (2013). “Líos de familias”. En: Muy Interesante, No. 384, pp. 72-76.
¿Cuál de los siguientes ejemplos ilustra la idea de la familia como una institución política y económica?
En la Edad Media la mujer aportaba una dote en el momento de casarse.
Entre los fulbes africanos es común que las mujeres nieguen amar a sus maridos.
En los siglos XVIII y XIX cambió la idea sobre cuál es la base que sostiene la familia.
En la sociedad china solo hasta la década de 1920 se acuñó un término para designar el cariño entre esposos.
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En nuestra sociedad, se tiende a pensar que el matrimonio, la base de la familia, se sostiene si
hay confianza mutua y buena comunicación, así como si ambos miembros de la pareja trabajan unidos
para resolver los conflictos y pasan tiempo juntos. En resumen, su piedra angular es un amor maduro
y sincero. No obstante, la idea de que este deba ser la razón última del enlace es bastante reciente:
aparece en el siglo XVIII y se afianza en el XIX, con el movimiento romántico. Hasta entonces, el ma-
trimonio era ante todo una institución económica y política demasiado trascendente como para dejar-
la en manos de los dos individuos implicados. En general, resultaba inconcebible que semejante
acuerdo se basara en algo tan irracional como el enamoramiento. De hecho, no se inventó ni para que
los hombres protegieran a las mujeres ni para que las explotaran. Se trataba de una alianza entre
grupos que iba más allá de los familiares más cercanos o incluso los pequeños grupos.
Para las élites, era una manera excelente de consolidar la riqueza, fusionar recursos y forjar unio-
nes políticas. Desde la Edad Media, la dote de boda de la mujer constituía el mayor ingreso de dinero,
bienes o tierras que un hombre iba a recibir en toda su vida. Para los más pobres, también suponía
una transacción económica que debía ser beneficiosa para la familia. Así, se solía casar al hijo con la
hija de quien tenía un campo colindante. El matrimonio se convirtió en la estructura que garantizaba
la supervivencia de la familia extendida, que incluye abuelos, hermanos, sobrinos… Al contrario de lo
que solemos creer, la imagen del marido trabajando fuera de la casa y la mujer haciéndose cargo de
la misma es un producto reciente, de los años 50. Hasta entonces, la familia no se sostenía con un úni-
co proveedor, sino que todos sus integrantes contribuían al único negocio de la que esta dependía.
Que el matrimonio no se basara en el amor no quiere decir que las personas no se enamoraran.
Sin embargo, en algunas culturas se trata de algo incompatible con el matrimonio. En la China tradi-
cional, por ejemplo, una atracción excesiva entre los esposos era tenida como una amenaza al respe-
to y solidaridad debida a la familia. Es más, en tal ambiente, la palabra amor solo se aplicaba para
describir las relaciones ilícitas. Fue en la década de 1920 cuando se inventó un término para designar
el cariño entre cónyuges. Una idea tan radicalmente nueva exigía un vocabulario especial.
Aún hoy, muchas sociedades desaprueban la idea de que el amor sea el centro del matrimonio.
Es el caso de los fulbes africanos, del norte de Camerún. “Muchas de sus mujeres niegan vehemen-
temente cualquier apego hacia el marido”, asegura Helen A. Regis, del Departamento de Geografía y
Antropología de la Universidad Estatal de Luisiana. Otras, en cambio, aprueban el amor entre espo-
sos, pero nunca antes de que el matrimonio haya cumplido su objetivo primordial.
Adaptado de: Sabadell, Miguel Ángel (2013). “Líos de familias”. En: Muy Interesante, No. 384, pp. 72-76.
¿Cuál de los siguientes enunciados apoya la idea de que el amor maduro y sincero no siempre ha sido considerado como la base de la familia?
En los años 50 se produjo una marcada distinción entre los roles masculino y femenino en la familia.
La idea del amor como la razón que ha de llevar al matrimonio surgió con el movimiento romántico en el siglo XVIII.
Ambos miembros de la pareja deben poner mucho empeño para que el matrimonio se sostenga.
El matrimonio se consolidó en el siglo XIX como la principal forma de institucionalización del amor conyugal.